
Cuando hablamos de “microbiota intestinal”, nos referimos al conjunto de microorganismos —sobre todo bacterias— que viven en nuestros intestinos. Aunque no los vemos, forman una comunidad activa que influye en cómo digerimos, en nuestro sistema inmune… ¡y también en nuestro cerebro! En los últimos años, la ciencia ha descubierto que este “órgano invisible” no solo afecta al cuerpo, sino también a la mente, a través de un canal de comunicación llamado eje intestino-cerebro. En este artículo te contamos cómo funciona esa conexión y qué puedes hacer para cuidarla.
¿Por qué importa la microbiota?
Cada vez más estudios confirman algo que antes parecía improbable: tu intestino influye en tu cerebro. Literalmente. A través del llamado “eje microbiota-intestino-cerebro”, las bacterias intestinales producen señales químicas que viajan hasta el sistema nervioso, afectando funciones como la memoria, el estado de ánimo e incluso el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson.
Este vínculo no es solo teórico. Se sabe que desequilibrios en la microbiota pueden alterar la barrera hematoencefálica, activar procesos inflamatorios y modificar el comportamiento. En cambio, una microbiota equilibrada actúa como una red de apoyo silenciosa: regula la inflamación, mantiene a raya las toxinas y ayuda a las células cerebrales a funcionar mejor. Por eso, cuidar tu flora intestinal no solo es bueno para la digestión, también para pensar con claridad, recordar con más facilidad y envejecer mejor.

¿Cómo se investigó esto?
Este artículo no presenta un experimento nuevo, sino que es una revisión científica publicada en 2024 en la revista Signal Transduction and Targeted Therapy, del grupo Nature. En ella, los investigadores se propusieron entender mejor cómo se conectan el intestino y el cerebro a través de la microbiota. Para ello, reunieron y analizaron una amplia selección de estudios previos —tanto en animales como en humanos— centrados en esa comunicación bidireccional.
El enfoque fue muy completo: se revisaron mecanismos moleculares, vías inmunológicas, efectos metabólicos y neuroquímicos. Entre los temas clave destacan los efectos de metabolitos producidos por bacterias intestinales (como los ácidos grasos de cadena corta), neurotransmisores como la serotonina o el GABA, y el papel que juega todo esto en células cerebrales especializadas como la microglía y los astrocitos.
También se prestó especial atención a lo que ocurre cuando la microbiota se desequilibra —algo que los científicos llaman disbiosis—. En ese estado, el intestino se vuelve más “poroso”, permitiendo que sustancias que deberían quedarse fuera lleguen al cuerpo, e incluso al cerebro. Esto puede generar inflamación y alterar procesos clave del sistema nervioso. Por eso, la revisión también incluyó estudios sobre cómo restaurar ese equilibrio con ayuda de alimentos ricos en probióticos (como el yogur o el kéfir), de prebióticos (como la avena o las legumbres), o en casos clínicos, con tratamientos como el trasplante fecal.
Hallazgos clave
Los estudios analizados muestran que la microbiota intestinal no solo influye en la digestión o en el sistema inmune, sino también en el cerebro. ¿Cómo lo hace? A través de las señales químicas que producen las propias bacterias. Estas señales pueden llegar a células cerebrales especializadas —como las que protegen al sistema nervioso o ayudan a que las neuronas se comuniquen bien entre sí— y contribuir a que todo funcione correctamente.
Cuando estas bacterias intestinales están en equilibrio, generan sustancias beneficiosas como ácidos grasos de cadena corta y ciertos neurotransmisores naturales (por ejemplo, serotonina o GABA), que ayudan a reducir la inflamación del cerebro y a mantener activa la comunicación entre neuronas. En cambio, si hay un desequilibrio en la microbiota (lo que se llama disbiosis), puede aumentar el riesgo de problemas neurológicos, como pérdida de memoria, ansiedad o enfermedades neurodegenerativas.
La buena noticia es que hay formas de apoyar ese equilibrio: alimentos fermentados, fibra vegetal, prebióticos y probióticos han mostrado efectos positivos tanto en modelos animales como en algunos estudios con personas. Incluso se han visto mejoras en la memoria y el estado de ánimo tras el uso de bacterias beneficiosas como Lactobacillus o Bifidobacterium.

Qué significa para mi
Un buen amigo, Marcus, tiene 30 años y desde hace un tiempo notaba pequeños “despistes”: olvidaba citas, tenía dificultades para concentrarse en sus estudios e incluso su estado de ánimo parecía apagado y decaído. No solo eso, sino que llevaba varios años lidiando con diarreas crónicas. Tras leer sobre la conexión entre intestino y cerebro, decidió hacer cambios en su alimentación: empezó a tomar yogur natural con frutos rojos, incluir más verduras de hoja verde, alimentos fermentados como el kéfir, y aumentar su ingesta de fibra con avena y legumbres.
Tres meses después, no solo mejoró su digestión. También dormía mejor, se sentía con más energía y menos «niebla» mental. No fue un cambio milagroso, sino una transformación progresiva, impulsada desde dentro gracias a su microbiota.
Este tipo de mejora no es exclusiva. Al entender que el intestino es mucho más que un sistema digestivo —es una auténtica central de señales químicas que influye en la memoria, el estado de ánimo y la salud mental—, cualquiera puede empezar a cuidarlo con pequeños cambios en su día a día.
¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra microbiota?
No necesitas hacer cambios radicales. Pequeños gestos cotidianos bastan para apoyar este eje intestino-cerebro:
- Comienza el día con una crema de avena con frutos rojos (crema-avena-frutos-rojos), que aporta fibra soluble y antioxidantes.
- Incluye verduras fermentadas o encurtidos suaves en tus comidas principales.
- Cena una ensalada templada de lentejas con espinacas (ensalada-lentejas-espinacas), rica en fibra prebiótica y polifenoles.
Estos alimentos no solo nutren tu cuerpo, también alimentan las bacterias que producen compuestos beneficiosos para tu cerebro. La fibra y los polifenoles que consumes se transforman en ácidos grasos de cadena corta, que reducen la inflamación cerebral y ayudan a las células gliales a funcionar de forma óptima.
Referencias
- Loh JS, Mak WQ, Tan LKS, Ng CX, Chan HH, Yeow SH, Foo JB, Ong YS, How CW, Khaw KY. Microbiota–gut–brain axis and its therapeutic applications in neurodegenerative diseases. Signal Transduct Target Ther. 2024;9(1):37. doi:10.1038/s41392-024-01743-1.
PD:Este contenido no constituye asesoramiento médico. Para pautas personalizadas, acuda a un profesional de la salud.